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Martes, 26 de Diciembre de 2006 10:44

La Sala Puerta Nueva ofrece una exposición fotográfica sobre el viaje de Alejo Carpentier por el Orinoco que le inspiró ' Los pasos perdidos'.

G.C. - C.M.
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Durante estos dias la Sala de Arte Puerta Nueva vuelve a recuperar una de las facetas de su actividad con mayor aceptación entre sus visitantes como es la de la fotografía, que casi siempre sabe combinar con otros aspectos de la creación intelectual y artística. En este caso tampoco es una excepción y, utilizando como pretexto una referencia literaria concreta, entrelaza sabiamente las imágenes y palabras de una doble aventura creativa para adentrarse en sus propuestas y sugerir nuevas reflexiones.Y asi, quienes se acerquen al recinto de la Facultad de Derecho se encontrarán con una atractiva propuesta gráfica sobre un viaje; el que realizó Alejo Carpentier por el Orinoco y que sirvió de base a su novela " Los pasos perdidos.

Los viajes siempre han poseído una vertiente iniciática, En cuanto que nos abre nuevos mundos, nuevas pasiones, nuevas inquietudes, cualquier viaje siempre nos transforma y queda en nuestro recuerdo para ser interpretado y remodelado a lo largo del tiempo en función de nuestras vivencias. Como cualquier recuerdo tiene una parte documental y otra de reelaboración intelectual que le aparta, en mayor o menor grado, de su objetividad concreta. No es extraño pues que esa recreación constante nos lleve a tratarlo desde el prisma literario.

Así ha sucedido en multitud de ocasiones. Como dice Mónica Carabias en su análisis, "el escritor camina por la práctica de la emoción que produce la imagen del viaje "y de tal manera, Alejo Carpentier fotografió sus aventuras por el Alto Orinoco y la Gran Sabana para luego escribir " Los pasos perdidos". Dos recorridos intelectuales que se apoyan el uno en el otro, pero que también constituyen realidades y emociones distintas. Cincuenta y tres fotografías en blanco y negro que se conservan en la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana nos dan cuenta, en este caso, de uno de ellos.

De esta manera el espectador puede encontrar en contacto con la visión de un mundo en el que la Naturaleza lo impregna todo - hasta el punto de inspirar la región perdida de la novela de Edgar Rice Burroughs - incluyendo al propio ser humano. En el que abundan los descubrimientos y los encuentros con toda su capacidad de testimonio, pero también de curiosidad y de poesía. Un mundo que, revisitado, conserva toda su potencialidad, de mil y una maneras diferentes, para plantear esa vieja relación entre la imagen y la palabra y la capacidad que cada una de ellas tiene para despertar la creatividad en la otra, de ser su complemento o de fundirse con ella para adentrarse en todo un mundo de posibilidades conjuntas.

Sobre cuanto antecede discurre esta exposición que, junto al discurso visual de Alejo Carpentier, nos ofrece las aportaciones de otros fotógrafos, varios de ellos sobradamente conocidos, y también la voz y la palabra de quien vuelve a dialogar con el río, a más de medio siglo, navegando sobre los surcos de cobre, adentrándose en universos flotantes, constatando presencias y ausencias, compartiendo sentimientos y tratando de atrapar momentos de esa evolución constante que el discurrir del tiempo produce en los seres y en las cosas. Esos mundos perdidos que hemos ido construyendo y conservando en nuestra memoria "justo desde el costado mágico de lo cotidiano y desde el semblante trivial de lo maravilloso".