"El vino más que una bebida es un concepto cultural y un elemento fundamental de la cultura mediterránea". Este valor simbólico más allá de las virtudes de esta bebida se sitúa en la Península Ibérica a partir del siglo VIII a.C. cuando con los fenicios "llega el concepto de plantación de la vid y la tecnología de fabricación del vino, la vitivinicultura".

El profesor titular de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, Juan Blánquez Pérez, ha analizado la importancia del vino en la cultura mediterránea a través de los resultados que los estudios analíticos sobre ánforas y pastas cerámicas han ofrecido en los últimos años. Así, más allá de la interpretación de la iconografía y de las fuentes textuales, estudios realizados por la Universidad de Pensilvania han hallado recipientes con alcoholes asociados al vino en el 3.000 a.C., llegando algunos a situarlo en el 5.000 a.C.

El consumo del vino ha estado ligado a los espacios religiosos como demuestra el hallazgo de vajillas para tomar vino en las necrópolis y en los santuarios. Ese aspecto sacro también guarda una estrecha relación con el comercio. "No hay que olvidar- según afirma el profesor Blánquez- que religión y comercio van de la mano y que los santuarios eran los principales centros económicos". Esta vinculación del vino a la religión llega a la Península con los fenicios y permanecerá durante siglos. Será con la llegada de los romanos cuando el vino se extienda popularmente, trascienda del ámbito religioso y tenga un consumo más extendido, hasta el punto que un cuartillo de vino constituía el principal alimento de las legiones romanas. Una "alimento saludable" que se mantendrá en la época moderna y que dará al vino un valor no sólo cultural, simbólico y religioso sino también su definición de "fuente de salud".