Esta teoría educativa defiende un tipo de educación que deje a los niños desarrollar su propia personalidad y su propio autocontrol de las emociones. “Para los padres y los miembros de la comunidad educativa es difícil no intervenir en el desarrollo de los niños y, de esta forma, la educación está basada en la imposición en lugar de en la autorregulación propia”, ha explicado Mañas.
En opinión de Mañas, los niños aprenden por sí solos, lo que pasa es que hay que creer en sus capacidades y potencialidades para que el niño aprenda y descubra por el mismo, con la ayuda de los educadores, cómo controlar sus propias emociones. En este sentido, este tipo de educación busca un desarrollo integral tanto físico, como emocional e intelectual de los niños.
El profesor de la Universidad de Córdoba estima que multitud de los desequilibrios que se producen en la edad adulta se encuentran en la frustración de las necesidades emocionales del niño, que dejan marcada ya para el adulto una huella de miedo, de rencor, de falta de opinión, de incapacidad de iniciativa o de resignación. Y esto es, “un callejón sin salida, puesto que si la educación no consigue la autorregulación personal y el autogobierno dentro del grupo, difícilmente se podrá encontrar la felicidad”.
Por último, el profesor Mañas, ha argumentado que este es el motivo de que la psicología y la educación tengan que ir de la mano en la vida de los niños, porque “si educamos a los más pequeños a la imagen y semejanza de los adultos les trasladarán las frustraciones y personalidades ya algo neurotizadas de los adultos.”